La Bombilla

 

    El invento de la lámpara se atribuye a Thomas Alva Edison, pero la idea de Edison no fue la original, de hecho, el principio de la iluminación eléctrica incandescente era conocido desde 1802, cuando el inglés Humphry Davy lo demostró. A partir de ahí se diseñaron varios tipos de lámparas por  Joseph Swan, Henry Woodward, Mathew Evans, James Bowman Lindsay, William Sawyer y Heinrich Goebel.  El problema  de todos ellos era que la luz emitida por sus dispositivos duraba muy poco, ya que las altas temperaturas que provocaban la incandescencia fundían los filamentos y, finalmente, se quemaban al reaccionar con el oxígeno del aire.

    Edison, a partir de los estudios de los científicos, nombrados anteriormente, llegó a la conclusión de que lo que hacía falta para que el filamento no ardiese al reaccionar con el oxigeno, era sellar los cristales de los alambres que proveen la electricidad a éste, y encontrar un conductor metálico que se pudiera calentar hasta la incandescencia sin fundirse, manteniéndose en este estado el mayor tiempo posible.

    Él y sus colaboradores pusieron en práctica más de 3.000 teorías diferentes para crear un elemento de alta resistencia que redujera significativamente la cantidad de energía eléctrica necesaria. En enero de 1879, finalmente elaboró un filamento con platino, pero sólo se quemó durante unas pocas horas.

                                       

    En sus intentos de mejorar la vida de la bombilla, Edison probó más de 6.000 tipos de materiales vegetales, animales y minerales, junto con cualquier otro filamento que se le ocurrió, como el tungsteno, el componente más común de los filamentos modernos. Finalmente, consiguió un filamento basado en el carbono que alcanzó la incandescencia sin fundirse.

    El filamento de carbón del estadounidense dio a su sistema de iluminación un bulbo barato que funcionaba bien con 110 voltios, un voltaje que Edison consideraba económico y seguro para la distribución de la electricidad. Sin embargo, el filamento era frágil, así que después de muchos experimentos, Edison llegó a la conclusión de que era más adecuado utilizar un filamento de bambú quemado.

    El empleo de este material y el uso de una bomba de vacío mejorada para extraer más aire fuera de los bulbos, dio a sus lámparas una vida de aproximadamente 1200 horas.

    Finalmente, en 1880, obtuvo la patente por su desarrollo.